Los cánones de belleza, además de variar en el tiempo y en el espacio a lo largo de la historia, nos afectan a muchos. Hay quien sabe ser fuerte e ir más allá de lo impuesto, y quien no lo sabe y los acepta, que además son mayoría. Así, en España y en ya entrado el siglo XXI se dicta que la mujer debe ser delgada, pelo largo, pechos no pequeños; y el hombre debe ser delgado, fuerte, pelo corto...
Por nuestras circunstancias biológicas, la delgadez sobre nosotros mismos sí es algo que podemos controlar, no los cánones (podemos ignorarlos, pero se requiere cierta fuerza que no se suele tener). Y aquí entra el segundo factor: las situaciones de riesgo. Y es que estar excesivamente delgado se torna peligroso. Pero lo contrario también.
La obesidad es un problema que afecta a millones de personas, siendo los niños los más perjudicados. Aumenta la probabilidad de toda clase de enfermedades coronarias y en general disminuye la calidad de vida. Estar obeso no es una situación deseable. No al contrario la forma de llegar a serlo: no hacer ejercicio y comer mucho y mal, circunstancias para algunos placenteras.
¿Se quiere decir con esto que todos tienen que estar delgados? No. A veces, hay quien considera que tener lo que se llama "unos kilitos de más" es estar gordo, y eso no es así. Tanta talla 36 nos hace pensar que la 40 es estar gordo, y para nada lo es.
Aquí es el punto de inflexión: ¿debe la sociedad adaptar sus cánones de belleza a las personas obesas que no quieren solucionar su horrible situación? NO.
Quien está obeso se hace daño a sí mismo y que no sea sexualmente atractivo es una circunstancia que favorece que no haya más obesos. Movimientos como #StopGordofobia banalizan con la obesidad y con sus terribles efectos en la salud, solo por su cruzada contra la sociedad que les rechaza.
Dediquen sus fuerzas para mejorar su calidad de vida adoptando unas hábitos de vida saludables.